En vivo y en directo, con Jose Jones.


"- Y ahora. Aquí. En vivo y en directo. ¡El mismísimo Jose Jones!
- Bueno, yo sólo soy uno de los tres... (Por lo bajo). Buenas tardes público.
- Cuánto tiempo intentando concertar esta entrevista, por lo visto la identidad de Jose Jones, debido a su turbio pasado, era difícil de desvelar. Le rodean millones de acusaciones policiales y amenazas de muerte de madres y padres de sus fans más jóvenes.
- Bueno, algunas de esas acusaciones son infundadas. Se deben al miedo que produce la sola mención de mi nombre. Ya me acusan por todo.
- Eso esperamos todos, que salga todo muy bien. Por cierto, desde cuándo existe Jose Jones?
- Bueno, como ya he dicho.. Yo soy solo una tercera parte de lo que es Jose Jones.
- ¿Como es eso?
- Bueno, sí. Jose Jones somos tres personas. No soy solo yo. En definitiva es una mente mucho más compleja, difícil de cazar entera.
- Creo que no le entendemos.
- A ver, es muy simple. La complejidad de lo que inicialmente se concibió como Luas y sus Problemas es fruto de una mente de triple complejidad, no podía ser una sola persona. Jose Jones somos tres. Yo soy solo uno.
- ...
- ¡Váyase a la mierda usted subnormal! ¡Y a la mierda el público también! Arderán todos en vivo y en directo."

La mecha prende fuego y todo el teatro principal revienta en pedazos. La filmación en directo capta todo el momento de la ignición. Un estadio de fútbol se desmorona por la onda expansiva cuando el equipo local iba perdiendo. La ciudad se sume en el silencio absoluto y una tercera parte de Jose Jones sale caminando entre las ruinas camino a otra localidad. Es hora de ir a un motel y escribir la 6ª temporada de Luas y sus viajes y fracciones.

viernes, 13 de mayo de 2011

Luas y cómo pelar una manzana.

Hace muchos años, cuando a Luas aún no le habían llamado para protagonizar su serie, este vivía en su casa de Palma de Mallorca, con su familia, tranquilamente. Entonces, con la edad de 24 años, se encontraba en la recta final de la carrera de Informática. Aunque le quedaban pocas asignaturas para terminar, sus preocupaciones eran otras. Si, exacto, muy diferente a lo que nos tiene tan acostumbrados. Su interés principal, entonces, era encontrar la mujer de su vida en las noches de borrachera por Gomila.

- Mmmh, cómo me gusta el Ron Negrita - decía siempre en voz alta para por si aparecía alguna chica que pensara cómo él. Se lo bebía cómo agua. Se lo bebía cómo medicina. "¿Cómo medicina a que?" os preguntareis. Cómo medicina al amor.

Luas era un joven cómo todos los demás que necesitaba curar su aprendida moral impuesta por nuestra estupida sociedad. Con poder para hacer de todo y sin motivación para llegar a nada, Luas, bebía. Vosotros lo sabeis que no vamos a ninguna parte así. Por eso, después de muchos problemas con el Ron Negrita, decidió cambiar. Así es amigos. Luas sólo tenía 24 años cuando se dio cuenta de lo importante del cambio, de que debía viajar y beber otras clases de alcohol. Intentar encontrar a esa mujer por otros terrenos (visitando otros bares). Conocer nuevas culturas y provando el Saque o la Sidra.
Entonces, tras cambiarse de casa y mudarse a la Antártida, Luas empezó a buscar el amor en las focas silvestres. Tuvo mucho sexo con ellas, pero no le complacía en absoluto. Sin embargo no dejaba de hacerlo, lo necesitaba como el diabético la insulina. En la Antártida las pajas son imposibles, no puedes dejar el pene a la intemperie mientras te la pelas como un mono porque se te hiela la sangre y nada tiene sentido. "Cómeme la polla y luego un cojón" canturreaba Luas para sus adentros mientras recorría el suelo helado, desnudo igual que cuando nació; con el culo prieto por el frío y los ojos en blanco por el estremecimiento que le recorría la columna. Si estaba mejor o estaba peor, poco importaba, lo único que valía la pena era el sentimiento de culpabilidad por haber dejado atrás a todos sus seres queridos y haber partido tan lejos sin importarle una mierda las consecuencias. El nihilismo no es sólo una forma de vivir, también es una forma de destruir. Es más, me atrevería a aventurar que no hay nada más destructivo, pero precisamente por su naturaleza a Luas le sudaban la polla estas mierdas y continuaba caminando en busca de una foquita virgen.
Todas las noches llegaba a su Igloo y se repleanteaba su vida bebiendose sus últimas reservas de Ron Negrita. Todo esto es una locura, pensaba. He buscado el aislarme, el ser completamente libre, autónomo. He odiado el mundo y me he ido de él, y hoy, lo único que me importa es encontrar un puto chocho esquimal. Llegar a meta es siempre una decepción. Nunca seré feliz, nunca. Cogió su maleta, y salió con el cubata en la mano. Caminaba sin mirar atrás. Se subió en su avioneta y el ruido del motor acabó con el silencio antártico al que sus oidos se habían ya acomodado. Despegó atravesando una nube, y peazo nube. Parecían unas enormes tetas, tan grandes que ni el más grande de los Jumbo's lograría atravesar. Porqué bien es sabido por los lares aéreos que teta que mano no cumbre, no es teta, sino ubre. Pensando en esas voluptuosas nubes, un ruido le despistó de sus pensamientos. Era el motor, estaba fallando. La avioneta comenzó a caer en picado y Luas no conseguía restablecer el control. Iba a caer al abismo de las nieves, y nadie le iba a encontrar nunca. Fijó su mirada en las grandes ubres que sobrevolaban el cielo y soñó que llegaba a ellas.

El sueño llamaba a la esperanza, él llegaba a esas nubes al punto de posarse sobre ellas mientras la avioneta se estrellaba contra un glaciar. Adiós a la recuperación del Mamuth.

Luas abrió los ojos pensando que vería el abismo sobre él, pero se despertó como en su sueño. Sobre las nubes dormía y no había rastro de la avioneta. No veía más que el inmenso cielo y un cúmulo de nubes. La sierra del cielo, la gran sierra que crece y disminuye constantemente... El terror de muchos marineros, el némesis de todos los capitanes de barco. Se encontraba sobre las nubes y pretendía andar hasta el final.

Al final de la nube se veía el gran pezón. Recordó entonces los grandes pechos estilo nimbus y reflexionó un poco. La gran aureola le transmitía un placer ancestral. Podía correrse hacia dentro sólo con mirarlo. Sus pasos le guiaban a seguir caminando.

Ese lugar tenía un color rojizo, común, con forma espectral. Tras aterrizar, el color blanco había cambiado a ese rojizo martillo con el que sólo se puede volver a la normalidad cerrando un poco los ojos. De eso se dio cuenta Luas poco después, cuando ya era consciente de que lo que veía era un paso diferente en su historia. Un cambio en su maduración. De nómada de la representación a guerrero del amor. Tras asentarse en la nueva superficie con las piernas cruzadas, comenzó su oración. Una oración silenciosa que pretendía elevar su espíritu a la estratosfera. El rezo empezaba con unos gemidos sordos y continuaba con una respiración neutra proveniente del abdomen. Todo parecía etereo pero cada vez cobraba mejor forma.

Cuando Luas se dio cuenta de que esos procesos eran terrenales, poco a poco, fue viendo que estaba desnudo encima de esa superficie. Sus labios, humedecidos por el ambiente, goteaban gotas sobre su pecho. El amor y el arte. El arte y la ciencia. El amor y la ciencia. ¿Acaso no es todo lo mismo? ¿Son cosas distintas? ¿O son todas la misma materialización del más profundo sentimiento? Paparruchas piensa Luas. El pene le cuelga aun chorreando. El nigrojaque se incorporó y se subió las bragas. Le había dolido y se le notaba en la mirada. Luas volvió en sí mismo y observó la infinita inmensidad. Blanco de nuevo, el cielo abierto y el mar rugiendo. Las campanas. Se despertó con la cara llena de sangre. Se había desmayado. A tientas buscó el baño para mear. El pitido en los oidos era ensordecedor. Meó, meo dentro y fuera, meó incluso en sus pantalones ya que no había conseguido bajarselos del todo. Se sentó en el vater y relajó el esfínter. Sin limpiarse las manos, amarillo salió del baño, con los labios azulados. Cayó semiinconsciente en el colchón.

Ojos abiertos, de nuevo el cielo. Había vuelto a perder el conocimiento en un momento crítico de su vida. La sed era eterna. Las paz también, para variar un poco. Y todo, todo, todo... era igual. Es decir, cómo las películas de indios y vaqueros. Por otro lado, a pesar de tanta harmonía, Luas echaba en falta algo. Algo muy terrenal que ya no podría degustar allí: Ron Negrita. Sabía que no sabía en que parte de la historia se encontraba. Ahora era joven, muy joven... si no recuerdo mal hemos dicho 24 años, ¿no? Pero, y que importaba ahora eso si no tenía un Ron Negritapara abastecer a su cuerpo. ¿Y su cuerpo? Ahhh, no habíamos caido en la cuenta. Su apariecia ahora era sólo color en lugar de cuerpo. En medio de una nube, Luas decidio materializarse en algo que le sirviera para su situación. Ron Negrita, Ron Negrita, Ron Negrita... y plás, ahora era un Ron Negrita en medio de una nube. Después de un tiempo, efectivamente, ¿cómo voy a beberme a mí mismo si yo soy el Ron Negrita que estoy buscando?

Pero cayó en que lo verdaderamente importante no es lo que bebes, si no lo que eres, aunque a Luas le costara diferenciarlo. Ser Ron Negrita, serlo en esencia. Abastecer miles de gargantas sedientas de fiesta guarra. Descendió de los cielos para deslizarse suavemente por un vaso de tubo, tiñiendo los hielos de Luas. Jose Jones simplemente estaba ahí, como siempre, en el momento y el lugar preciso para darse importancia en la historia. Un poco de cocacola y listo. Sant Hilari los unió, Jose sentia a Luas en su pecho al fin. Desde aquellos tiempos en los que se hacía llamar Javier no había vuelto a sentir tal armonía en su cuerpo. Era como la tormenta que da sentido a la sequía. Aquella lluvía gastronómica de bichos y ranas que hace pensar que allí arriba hay algo más que angeles meando para refrescar el bochorno del verano. Jose Jones a partir de ese momento se convirtio en el rey de todas las fiestas pues tenía el poder vital de Luas en su ADN. Podía caminar en cualquier dirección que todo terminaba cómo el deseaba. Sexo, Drogas y Ron Negrita.

Por otro lado, Javichulo, seguía con sus problemas con las mujeres. El no había pasado del segundo nivel, seguía atrapado en esa estación del año que no le hace ver lo que tiene dentro de su corazón. Cooperaba cómo podía en sus tejemanejes y, por otro lado, se dedicaba a juntar varias cosas para luego fundirlas en algo bonito. Era un artífice de la metafísica en distintos grados anales. Por otro lado, hacía cosas por lo que pasaría a los anales de la historia. Quien sabe, quizás debía seguir sus instintos y desmateralizarse cómo Luas.

- Buenos días Señora Comadrona. - Javichulo sin saber nada de Luas.
- Buenos días Javier, ¿cómo te encuentras hoy por la mañana?
- Bieeen, venía a comprar aceitunas.

Sin duda, Javichulo seguía viviendo con normalidad, sin altibajos ni preocupaciones. Nada más lejos de la realidad. Cuando se ingiere a Luas, se cagan problemas.

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